Radioastronomía: las ondas del espacio

En el artículo anterior explicamos cómo surgió la radioastronomía. En este vamos a ver qué es y cómo funciona.

Captar las ondas del espacio

Los mecanismos físicos que están en la base de las emisiones de radio por parte de los objetos celestes son diferentes de aquellos que los hacen brillar con luz visible. Mientras casi todas las ondas electromagnéticas comprendidas en el espectro visible tienen un origen térmico (es decir son consecuencia de la elevada temperatura a la que se encuentra la materia de objetos celestes como las estrellas), las ondas electromagnéticas comprendidas en el espectro radio se deben, sobre todo, al movimiento de partículas elementales cargadas de energía.

Uno de los mecanismos típicos de la emisión de radio-ondas celestes es, por ejemplo, la llamada radiación de Sincrotón: el movimiento en espiral de los haces de electrones que se desplazan a la velocidad de la luz a través de los campos magnéticos estelares o galácticos.

No todos los cuerpos celestes que son potentes emisoras de ondas visibles lo son también de ondas electromagnéticas. Por ejemplo, el Sol y las estrellas, que vemos fácilmente a simple vista, son debilísimas fuentes de radiación electromagnética. Si nuestros ojos fueran sensibles a las ondas de radio en lugar de a la luz visible, el cielo cambiaría de aspecto. El Sol se convertiría en una débil fuente, la Luna y los planetas serían casi invisibles, casi todas las estrellas desaparecerían de la escena y el cielo estaría dominado por una franja intensa, la Vía Láctea (correspondiente al plano ecuatorial de nuestra Galaxia). Aquí flujos de partículas componentes de los rayos cósmicos producen la radiación de sincrotón.

Además de esta franja desmesurada que ocuparía la íntegra bóveda celeste, veríamos también fuentes aisladas en el interior de nuestra Galaxia, correspondientes a Supernovas, Púlsar, Nebulosas. Podríamos incluso divisar objetos muy lejanos que se encuentran más allá de nuestra Galaxia, como galaxias externas del tipo de Andrómeda, y también los Quásar, es decir los misteriosos núcleos de galaxias que parecen encontrarse en los confines del Universo.

La radioastronomía ha incrementado notablemente los conocimientos del Universo a todos los niveles. En la escala planetaria, por ejemplo, ciertos mecanismos de interacción entre campos magnéticos locales partículas se han conocido gracias a las observaciones radio, como en el caso de Júpiter, que emite radiación de sincrotrón precisamente en virtud del potente campo magnético que lo rodea.

Del Sol se podido estudiar algunos fenómenos como las manchas y las erupciones, que son sedes de emisiones de radio. Incluso las lluvias anuales de meteoros se han convertido en un objeto de investigación radioastronómica, gracias a que las trazas de las partículas que se queman en la atmósfera ionizan los átomos, por lo tanto, pueden captarse con técnicas de radio, incluso en pleno día.

Radiotelescopio ALMA

En una escala más amplia se ha descubierto que nuestra Galaxia no sólo está compuesta de un conjunto de estrellas, sino que también hay, entre ellas, grandes cantidades de hidrógeno frío e invisible a la observación con instrumentos ópticos. La distribución de este gas, y el hecho de que él le confiere a nuestra Galaxia la característica configuración de disco espiraliforme, son un resultado de la investigación del ciclo por medio de las ondas de radio. El hidrógeno frío es visible en el dominio de las radio-ondas, porque tiene una emisión característica en la longitud de on da de los 21 cm., que se debe a espontáneas inversiones de rotación de sus electrones como consecuencia de la absorción de energía.

Uno de los logros de la radioastronomía consiste en la individualización de numerosas especies de Moléculas interestelares. En una escala extragaláctica, la radioastronomía ha hecho importantes confirmaciones de la teoría cosmológica del Universo en expansión después de un Big Bang inicial, gracias al descubrimiento de radiofuentes lejanas que muestran un fuerte Desplazamiento hacia el rojo y gracias al descubrimiento de la Radiación de fondo.

También las radiofuentes están catalogadas con criterios análogos a los de los catálogos estelares. Originariamente se solían indicar las fuentes que estaba dentro de una misma constelación con una letra de alfabeto a partir de la A, respetando el orden de magnitud. Por ejemplo, la radiofuente más potente de la constelación de Tauro, la famosa nebulosa del Cangrejo, fue denominada Taurus A. Sin embargo, el número de radiofuentes se ha incremento tanto en los últimos años, que esta simple catalogación se ha de mostrado insuficiente.


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